miércoles, 22 de febrero de 2012

AMORFA EXISTENCIA


Aquel caminante que vi aquella vez, en una tarde sin ninguna diferencia llamativa con respecto a las demás, de cielo agrietado y de lluvia triste; esas lluvias diarias a las que nos tiene acostumbrados nuestra taciturna ciudad.  Y allí sin más, ese ser que se asemejaba descaradamente a mí, caminaba, miraba y respiraba con la misma lentitud y la inseguridad que yo.

Alce la cabeza, el sol y el agua descubrieron un rostro que se desvanecía entre la gabardina negra, roída por la falta de emociones y la bufanda que un desconocido me obsequio. Volví a sentir curiosidad por aquella figura, el pulso dentro de mi cobro fuerza otra vez como hace muchos años no recordaba sucediera, pero decidí resistir todos aquellos impulsos humanos, todo aquello que me acercara a volver a ser un ser tendría que ser malo; pero allí seguía mirándome, sin inmutarse y sin al parecer sentir mis miedos, mis traumas juveniles.

Y algo se apodero de mí, de mis sentidos y de mi falta de cordura; el nerviosismo cobro fuerza y decidí alejarme de allí; de esa fuerza oscura que se presentaba ante mí, busque aquel callejón negro y depresivo que conducía a casa, ese callejón que obraba con un filtro, allí terminaba  todo contacto con la humanidad, así no llevaría a mi casa bacterias espirituales y emocionales.
No recuerdo hace cuanto no me dirijo a una persona, o simplemente no veo de cerca a una, supongo que son años, o puede que sean siglos; solo camino en la noche entre servicios de domicilios anónimos, y columnas en revistas que nunca he conocido, pero que adornan mi entrada cada 23 con su cheque azul y pulido.

Sobrevivo como cualquier persona, simplemente no tengo contacto con los demás, decidí despedirme de todo aquello que me reflejara en otras personas, porque no me sentía parte del imaginario de la raza animal inteligente, así que decidí entregarme a la misma rutina diaria, levantarme; escribir; el martes en mi puerta están los víveres que se descuentan del cheque azul y pulido; cenar; dormir; caminar en las noches.

Y soy feliz, o supongo serlo, lejos del maltrato a la mente humana que ejercemos como supuestas personas de pensamiento libre, lejos de la cordura que acedia al mundo moderno, lejos de mi verdadero yo supongo, de mi yo humano.

Pero ese día, sentí la necesidad de caminar, de salir en una tarde fría para intentar verle la cara al sol, ese fue mi único error no seguir con la rutina de toda mi vida, que me permitía alejarme de todo lo que no me hubiera permitido llegar a ser el escritor ermitaño y anónimo que era.
Ese día al ver ese ser mirarme a través del espejo, con esa mirada nerviosa y pérdida, ubicada dentro de un rostro demacrado y algo sicótico; jamás sentí tanto como miedo como es día, en el momento en que vi mi figura amorfa en ese espejo. 

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