-Mañana
caminaremos por la playa. Dijo ella, tomándolo fuertemente de la mano, de
aquella forma en que solo a ella le excitaba y al él le dejaban marcas
sangrantes que no se borraban ni dejaban de sangrar nunca.
-¿Mañana?
Puede ser, pero tienes que llevar tus medias de la suerte, tal vez pesquemos
algo o no nos roben.
- Pero mis medias
esta sucias, la última vez que acampamos la tuve que llevar por más de una
semana, todo culpa de tu miedo a las polillas psicóticas mutantes.
-No
importa; llévalas con la pata de conejo, el joker autografiado por dios, y los
granos de arroz con forma de buda. Dijo él. Lo que ella no sabía, es
que él hace mucho había dejado de ser supersticioso. El solo quería llevar todos
aquellos objetos a los que les había depositado su alguna vez su fe, y
lanzarlos al mar, estrellarlos contra las rocas. Que luego Poseidón se
encartara con ellos, porque él ya la tenía a ella; él ya tenía un póker de
haces en su cabello negro.
No eran las 7:23 AM y ya recorrían las
calles de aquel pueblo uruguayo, un puerto de rio con playas de arena oscura,
esa playa del rio de la plata que solo pisarías allí, porque en buenos aires
tal vez pierdas un pie.
Caminaron por las calles empedradas, por los
edificios de adobe, tomados de la mano y de los pies. Era una época donde la
gente podía caminar tomada de la cabeza, porque en esta época las costumbres no
existían. El romanticismo cegado de los unicornios rosados aún era cuento de
abuelas salvajes, aquí los unicornios eran primos hermanos de las gallinas; y
las gallinas no podían huevos, ponían costillas de cerdo con salsa BBQ y la
gente las adoraba como diosas.
Cuando llegaron a la playa, los maldijeron los peces
lanzándose sobre sus cabezas, pero como todos saben, esto era síntoma de buena
suerte, de que se amarían hasta la próxima navidad, una navidad que solo llegaría
hasta el 22 de agosto próximo. Cuando doblaron por la casa de Doña Tía,
encontraron un duende mágico sentado en un inodoro, tratando de hacer aquellas
cosas que hace los humanos en los inodoros. Pero en estos años, los duendes se
sentaban en los inodoros para eso, y para lanzares cartas mágicas que decían la
verdad a la gente, aunque los duendes, solo querían que las mujeres les
mostraran los pezones, pícaros ellos.
Así pues, el duende
ataviado en sus cuestiones gastrointestinales como pudo les lanzó una carta que
tenía escondida en la carpeta de pendientes por pagar, o por lanzar según quien
lo lea. Ella dio tres saltos mortales, dos hacia adelante y uno hacia atrás, y
con la gracia mística de un dinosaurio bailarín recogió la carta y volvió a
donde su amado con otros 16 saltos mortales, 22 hacia adelante y solo ¾ de
salto hacia atrás y cayó en la punta de la nariz.
-Mira la carta que me lanzo
el duende, dijo ella.
-¿No
te robo los pezones? Bota la carta, y bota todos estos artilugios; ya no
necesitamos suerte, o destino; o tan siquiera los horóscopos que desayunamos
con vodka y gigantes de goma.
Le respondió el, con la cara azul del sudor, por aquí el sudor salía de colores
dependiendo del estado de ánimo del sudador.
- ¿Estas bien? En otra
época, esta carta seria tu amuleto cariño. Le respondió ella, que ya sentía
como aquel sudor azul empezaba a inundar todo el pueblito uruguayo.
-Pues
hoy no, hoy mi amuleto eres tú; hoy, no necesito nada de esto, señalando con la
mano de palo todos los artilugios contra mala suerte que tenía en la maleta.
-¿no necesitas la pata de
palo? ¿ni la foto de Mockus, las uñas de Ronald Mcdonals, o el callo de un
elefante albino?
- NO¡ dijo el rotundamente. Luego tomo
todo, lo lanzo 1235 leguas rio adentro. A un punto que se llamaba: EL BOTADERO
DE ARTILUGIOS CONTRA LA MALA SUERTE, aunque en realidad nadie sabía que se
debía de hacer en ese punto. Luego la tomo
de la mano y le dijo:
-Te
tengo a ti, te tendré siempre. Y aunque él lo dijo con tanta seguridad,
lo que el no supo, es que aún tenía la carta pegada en la frente por el sudor,
y elle pudo leerla; por primera vez, ella tampoco quería ningún artilugio para
la buena suerte.
Luego Poseidón les devolvió
cada uno de los artilugios, lanzados por un tanque “anti gente que lanza
artilugios a los reinos de Poseidón” y los mato, porque Poseidón es también un
picaron.