miércoles, 13 de marzo de 2013

PIROTECNIA DE LA INREALIDAD


No sé si estoy muerto, no sé si la sangre que sale de mi boca es una muestra de mi vitalidad; debe ser la gastritis, o la migraña. Nada de esto tiene que ver con el alcohol.
Camino por las calles sin pavimentar, camino por aquella vía que me deja en la puerta de tu casa. Te miro a la distancia y susurrándole al fantasma que se encuentra a mi lado, cuento las historia imaginarias que he vivido junto a ti; de cuanto fuimos a parís aunque tú no te habías despertado. Del día en que las tripas salieron de mi pecho y tú las recibiste complacida entre tus brazos. No sé si soy un fantasma, como puedo estar muerto si te amo.
Me reúno en la taberna del inframundo, o en la del mundo (no sé si estoy muerto) hablo con mis amigos del mas allá, pero el cantinero se ve tan vivo como tu; le cuento que me enamore de ti, de tu caminar, de tu vestido negro y de tu cara de mala; le cuento las veces que me he colado en tu cama para verte dormir o para escucharte roncar... Cuando me escucha empezar a llorar, solo puede servirme más cerveza; vaso por vaso mi vida se diluye y mi hígado se desintegra, pero al final; que importa todo, si ya estoy muerto.
Te ves tan linda viva, te ves tan rosada. Y cuando duermes, el respirar de tu pecho y el calor de tu corazón son simplemente sublimes; todos mis sentidos se exaltan cuando me siento a un lado de tu cama. La mezcla de drogas y vodka se confabulan para que te conviertas en una mezcla de helena de troya y batichica. Eres más sensual que linda, y más pura que inteligente; las calles te han hecho tanto daño como bien. Irónicamente todo lo que me atrae de ti, es lo que me molesta del resto de la humanidad; deben ser las ventajas de estar viva.
En tu pelo negro mis palabras se van, como los perros callejeros echados de los restaurantes; así me trata la vida cuando camino a tus espaldas; la estupidez de amar a alguien que no está en este mundo, que está viva y que tiene las fuerzas para no lanzarse al vacío coqueto del segundo piso; yo me lanzo todos los días a las 7:23 AM, pero llego al piso y recuerdo que ya estoy muerto, luego vuelvo a perseguirte.
Una vez, supongo que hace muchos eones, intente hablarte; intente gritarte, y solo la brisa llegaba a tu lado, intente atraparte entre mis brazos malditos y no pude; intente hacerte feliz componiendo poemas mediocres y novelas de 2 líneas; intente hacerte reír hablándote de tetas y de gente idiota, pero todo aquello que intente fue infructuosos, mis fuerzas se diezmaron con la rapidez de una lluvia en el desierto y mis ideas, que de por si son pocas, se acabaron en las vitrinas de mi pequeña mente. En ese instante comprendí que estaba muerto, que no existía más que en la mente del estúpido destino, que sea lo que exista más allá de la vida, es esto. Estaré condenado a rodearte de mí aura de amor y deseo, condenado a bajar en medio de tus cortinas y del humo de tu ducha; a verte sufrir por seres mediocres, a nunca conocer el sabor carmín de tus labios universales.
Y en el fin, solo quedaba seguir aquí, resignado a no existir y a existir en mi mente; me di cuenta que era invisible, que estaba muerto. Solo al ver tus ojos comprendí, solo al escuchar tu vos cantar en los jardines entendí, que ser un fantasma era una bendición, porque sin importar lo que pasara podría estar toda la vida a tu lado, podría verte sonreír hasta que murieras.

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