No sé
si estoy muerto, no sé si la sangre que sale de mi boca es una muestra de mi
vitalidad; debe ser la gastritis, o la migraña. Nada de esto tiene que ver con el
alcohol.
Camino
por las calles sin pavimentar, camino por aquella vía que me deja en la puerta
de tu casa. Te miro a la distancia y susurrándole al fantasma que se encuentra
a mi lado, cuento las historia imaginarias que he vivido junto a ti; de cuanto
fuimos a parís aunque tú no te habías despertado. Del día en que las tripas
salieron de mi pecho y tú las recibiste complacida entre tus brazos. No sé si
soy un fantasma, como puedo estar muerto si te amo.
Me reúno
en la taberna del inframundo, o en la del mundo (no sé si estoy muerto) hablo
con mis amigos del mas allá, pero el cantinero se ve tan vivo como tu; le
cuento que me enamore de ti, de tu caminar, de tu vestido negro y de tu cara de
mala; le cuento las veces que me he colado en tu cama para verte dormir o para
escucharte roncar... Cuando me escucha empezar a llorar, solo puede servirme más
cerveza; vaso por vaso mi vida se diluye y mi hígado se desintegra, pero al
final; que importa todo, si ya estoy muerto.
Te ves
tan linda viva, te ves tan rosada. Y cuando duermes, el respirar de tu pecho y
el calor de tu corazón son simplemente sublimes; todos mis sentidos se exaltan
cuando me siento a un lado de tu cama. La mezcla de drogas y vodka se
confabulan para que te conviertas en una mezcla de helena de troya y batichica.
Eres más sensual que linda, y más pura que inteligente; las calles te han hecho
tanto daño como bien. Irónicamente todo lo que me atrae de ti, es lo que me
molesta del resto de la humanidad; deben ser las ventajas de estar viva.
En tu
pelo negro mis palabras se van, como los perros callejeros echados de los
restaurantes; así me trata la vida cuando camino a tus espaldas; la estupidez
de amar a alguien que no está en este mundo, que está viva y que tiene las
fuerzas para no lanzarse al vacío coqueto del segundo piso; yo me lanzo todos
los días a las 7:23 AM, pero llego al piso y recuerdo que ya estoy muerto,
luego vuelvo a perseguirte.
Una
vez, supongo que hace muchos eones, intente hablarte; intente gritarte, y solo
la brisa llegaba a tu lado, intente atraparte entre mis brazos malditos y no
pude; intente hacerte feliz componiendo poemas mediocres y novelas de 2 líneas;
intente hacerte reír hablándote de tetas y de gente idiota, pero todo aquello
que intente fue infructuosos, mis fuerzas se diezmaron con la rapidez de una
lluvia en el desierto y mis ideas, que de por si son pocas, se acabaron en las
vitrinas de mi pequeña mente. En ese instante comprendí que estaba muerto, que
no existía más que en la mente del estúpido destino, que sea lo que exista más allá
de la vida, es esto. Estaré condenado a rodearte de mí aura de amor y deseo,
condenado a bajar en medio de tus cortinas y del humo de tu ducha; a verte
sufrir por seres mediocres, a nunca conocer el sabor carmín de tus labios
universales.
Y en
el fin, solo quedaba seguir aquí, resignado a no existir y a existir en mi
mente; me di cuenta que era invisible, que estaba muerto. Solo al ver tus ojos comprendí,
solo al escuchar tu vos cantar en los jardines entendí, que ser un fantasma era
una bendición, porque sin importar lo que pasara podría estar toda la vida a tu
lado, podría verte sonreír hasta que murieras.
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