martes, 5 de marzo de 2013

CARRY ON


Los mundos son una mezcla, un estadio que grita ensordecedoramente al ver los titanes pelear. Son la sangre de los niños que corre por las negras alcantarillas; yo camine, por entre los brazos cercenados y la cabezas sangrantes. Yo camine por el dolor de la vida misma, la vida que me apuñalo con aquel gris metal, que se sacudió mi sangre de la cara y dejo mi cuerpo a la suerte y a los insectos.

Así me dejan los recuerdos, asfixiado, mutilado, dolorido, harto  Así me deja la vida cuando me dedico a pensar, a musitar estas palabras mágicas. Así pues, el amor transcurre lentamente, como una neurotóxina recorriendo mi torrente sanguíneo; el color de tú pelo se convierte en el tapiz de mi piel, y cuando estoy contigo Tokio no es tan lejana y Rusia no es tan extraña, pero por dios, por cada uno de los dioses que los seres humanos hallan creado, duele, duele como la vida misma.

Y batallaría por ti, con el fuego de tu pelo cada una de las guerras, los humanos en mis manos perecerían como estas letras fluye, tan natural como la muerte es mi amor. Y no me llames blasfemo si digo que ningún ser superior tiene más poder que yo. No me llames grosero si te interrumpo. No me llames morboso si te deseo, no me llames inoportuno si te toco en la calle. No me llames obstinado, si te sigo amando.

Que si eres producto de la locura, que importa. Que si mi mente se ha convertido en un nido de marineros y putas, a quien le interesa. Que si hace 8 días no me baño, nadie se dará cuenta. Me dedico a en numerar las cosas, los motivos, las razones, las mil y un formas en que aspiro a hacerte real, a hacerte carne de mis ser, sangre de mi aliento, a ser el color rosa bastardo de mis alegrías.

Cuando te soñé, cuando te viví. Una canción mágica sonó en mí, y yo, yo brille por ti. Y luego la muerte aquí, el dolor allá. Estos sonetos bastardos empezaron a nacer, y el ritmo seso, y un dios murió. Y los ángeles en el infierno quemaron sus alas ante el dolor. Y un grito sonó, y mi sangre por fin libre corrió, y los delirios cesaron sin ninguna razón, y solo un son quedo, el dolor siguió. Y yo aquí me lamento, escribir absurdas conjeturas de tu amor.

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