Los mundos son una mezcla, un estadio que grita
ensordecedoramente al ver los titanes pelear. Son la sangre de los niños que
corre por las negras alcantarillas; yo camine, por entre los brazos cercenados
y la cabezas sangrantes. Yo camine por el dolor de la vida misma, la vida que
me apuñalo con aquel gris metal, que se sacudió mi sangre de la cara y dejo mi
cuerpo a la suerte y a los insectos.
Así me dejan los recuerdos, asfixiado, mutilado,
dolorido, harto Así me deja la vida cuando me dedico a pensar, a musitar estas palabras
mágicas. Así pues, el amor transcurre lentamente, como una neurotóxina
recorriendo mi torrente sanguíneo; el color de tú pelo se convierte en el tapiz
de mi piel, y cuando estoy contigo Tokio no es tan lejana y Rusia no es tan
extraña, pero por dios, por cada uno de los dioses que los seres humanos hallan
creado, duele, duele como la vida misma.
Y batallaría por ti, con el fuego de tu pelo cada
una de las guerras, los humanos en mis manos perecerían como estas letras
fluye, tan natural como la muerte es mi amor. Y no me llames blasfemo si digo que
ningún ser superior tiene más poder que yo. No me llames grosero si te
interrumpo. No me llames morboso si te deseo, no me llames inoportuno si te
toco en la calle. No me llames obstinado, si te sigo amando.
Que si eres producto de la locura, que importa. Que si
mi mente se ha convertido en un nido de marineros y putas, a quien le interesa.
Que si hace 8 días no me baño, nadie se dará cuenta. Me dedico a en numerar las
cosas, los motivos, las razones, las mil y un formas en que aspiro a hacerte
real, a hacerte carne de mis ser, sangre de mi aliento, a ser el color rosa
bastardo de mis alegrías.
Cuando te soñé, cuando te viví. Una canción mágica sonó
en mí, y yo, yo brille por ti. Y luego la muerte aquí, el dolor allá. Estos
sonetos bastardos empezaron a nacer, y el ritmo seso, y un dios murió. Y los ángeles
en el infierno quemaron sus alas ante el dolor. Y un grito sonó, y mi sangre
por fin libre corrió, y los delirios cesaron sin ninguna razón, y solo un son
quedo, el dolor siguió. Y yo aquí me lamento, escribir absurdas conjeturas de
tu amor.
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