La necesidad de escribir se instala cruelmente en nuestro
espíritu, destapando realidades que desconocemos o que nos negamos a aceptar. Somos,
como mentes creadoras, esclavos muchas veces de esos impulsos. Eso podría llevar
a preguntarnos ¿Escribimos para ser en la sinceridad o para ocultarnos en la
mentira? Desde esta pregunta podemos explorar todos los campos de la creación literaria,
desde el infante que intenta sorprender al mundo con la sagacidad de sus
palabras, como al nobel en su discurso o la mujer que escribe una carta que
nunca se entregara.
Pero esta es una reflexión que solo se puede llevar a
cabo en la mente del escrito. El lector, mas allá de su amplio conocimiento de
la vida o la obra del autor, jamás dejara de suponer sobre aquello que motivo a
escribir al susodicho autor. Esto pues, se sostiene en que la lectura que
hacemos y la vida que podemos llegar a conocer, son tan solo la punta del
iceberg en lo que concierne a los motivos necesarios para generar los procesos
que llevan a los ejercicios creativos. Las posibilidades entonces se vuelven
infinitas en la mente del lector o incluso en la del escritor, que en una gran
variedad de casos, no es consciente de sus propias motivaciones. En palabras de Kundera: “Una cara iluminada por la desnudez del cuerpo” lo que se lee se ve
engrandecido por aquello que la mente de los involucrados en los procesos
creativos pueden imaginar.
Y aunque la experiencia creativa no puede separarse, en
su explicación exacta, de la mente de quien la desarrolla, existen
posibilidades que generan interpretaciones que pueden ser usadas para llegar
hasta cierto punto, dentro de los análisis. El problema planteado puede abordarse
desde una gran cantidad de variantes y estas a su vez desencadenaran nuevas incógnitas,
e incluso llevaran la discusión a temáticas más allá del propio análisis de la creación.
Si nuestra intención es interpretar las
palabras del autor, para así saber más allá de lo que está escrito y lograr
ingresar de cierta forma en la mente del autor debemos considerar que tanto
esto puede influenciar en el desarrollo de la lectura y su posterior análisis,
aunque esta sea una discusión que debe ser tratada en otro momento.
El considerar el estilo narrativo, como poético o como
estrictamente narrativo puede ser algo cuadriculado y totalmente subjetivo,
pero en este punto y aunque sea irónico que un argumento tan rígido nos pueda
permitir entrar en el ente subjetivo más grande del cosmos, la mente, podemos
considerar que el hallar imágenes con grandes cantidades de carga poética en la
narrativa de ciertos autores y la construcción de dichas imágenes nos pueden
llevar a la interpretación, que nunca dejara de ser subjetiva, que estamos
buscando.
Y como se anunció desde el inicio de esta discusión, el
intentar descubrir al escritor a través de “leer” lo que sus imágenes poéticas
nos dejan nos llevan a tener que hacer comentarios desde dos puntos claramente
definidos: lo que creemos que el autor quería generar en el lector, o los
sentimientos o motivos que llevaron a desarrollarlos.
Desde lo que se genera en el lector, la tensión que esto
pueden llegar a generar en el momento en que se atiende a su presencia nos puede
mostrar rendijas de lo que el autor quiere trasmitir, ya que es innegable la
fuerte presencia de sentimientos y elementos de marcadas características poéticas
en dichas imágenes.
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