lunes, 7 de abril de 2014

UN NUEVO DELIRIO


Le vi acercarse una mañana de junio, no llegue nunca a ver su mirada. Tome su mano para intentar dirigirla a mis labios. Roce su cuerpo sin sentir su piel. Me perdí por unos instantes en el calor de su cabello. Cerré los ojos y la sentí partir. Me mire en la vitrina de una vieja tienda de mascotas, mire mi reflejo que se derretía frente a los perritos. Las pisadas verdes que dejabas al irte me guiaron un par de cuadras, no halle más que una vieja piel que algún escarabajo había mordisqueado. La presión al respirar y la intención de no seguir. Me refugie en la tienda de un viejo árabe, y en la mirada de su hija encontré tu desnudes. No te vi, te sentí a lo lejos. Pero allí estaba una joven desnuda ¿Para mí? Pregunta estúpida, de un hombre estúpido. Echado a la calle, sin joven desnuda, y aun sin tu mirada ajena. ¿Qué se yo de encontrar destinos? Yo solo encuentro tesoros, monedas, autos, pergaminos viejos de dioses muertos. Y aquí perdido en la calle eterna de esta Londres sudamericana, aquí estoy. Perdido en lo que no soy, perdido, solo, hoy. Camine hasta una vieja esquina que se peleaba con unos enormes buses rojos. Me senté en medio de la gris y lluviosa ciudad, mientras el color de mis pies se desvanecía entre los ríos de agua negra. No era yo, solo el culpable de tu distancia, sino un cobarde que no te amarro a mi vieja cama. Vi pasar un viejo Beetle del 66. Intente recordar tus viejas pantuflas de pokemon y un viejo futbolista del Botafogo se cambió de piel frente a mi abuela. Luego, escuche los delirios de una modernidad a blanco y negro, vendedores que intentaban regar sobre mi enorme boca sus mates de agrios sabores. ¿Y qué se yo? Si no sé qué es un delirio ¿Y qué se yo? Si cuando te mire era algo y hoy solo un etéreo movimiento me confirma. Tengo afán, debo terminar esta dedicatoria de un suicidio que no cometeré. Ni en esta vida, ni en la otra. Ni Jehová, ni Buda, ni Messi, ni Murakami, no te encontré en ningún ser, ni en ningún mundo.  Me rendiré al fin y al cabo, y en las miradas enagenadas de los celadores de  los cafetines bogotanos, te dedicare un soneto maldito, maldito por mediocre y maldito porque lo maldijo una vieja y enferma vieja. Te dedicare un bolero, mezcla de dolor y de milkyway.
 

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