jueves, 10 de mayo de 2012

NACÍ CON UNA MISIÓN.



Mis manos tiemblan esta noche, no entiendo la manía del mundo por preguntar sobre mis problemas mentales; ¿acaso internet no soluciona sus dudas? acaso se debe torturarme para satisfacer el mundo, es difícil imaginar…

Hoy desperté confuso y bastante trastornado, mi cuerpo era una mezcla de miles de imaginarios, la unión de tristes sueños infantiles y de personajes olvidados en algunas novelas mediocres. Hacía poco había perdido todo rumbo, como hombre y como ser mortal, era un bulto creativo en medio de la mediocridad, era la nada en el cosmos.

Siempre he cometido los mismos asesinatos, la misma forma y el mismo puñal, jugando con la piel de quien me ínsita, disfrutando la excitación de la sangre cuando recorre mis dedos, el suave caminar del cuchillo por la tersa piel de quien sufre; me recuerda a los trazos de Leonardo, tal vez él tenía la misma sonrisa cuando dibujaba, minuto a minuto, parte a parte, su hombre de Vitrubio: “la distancia entre la cabeza y barbilla es un octavo de la altura del hombre” “la distancia del codo a la axila es un octavo de la altura de un hombre” si todo fuera así de simple. Del codo a la yugular, un octavo de perforación, dos litros de sangre por cada centímetro cortado, maldito octavo, maldito Leonardo.

El remordimiento no existe, esto también es un simple paso hacia la investigación; yo solo soy el científico de la muerte, y de cierta forma la muerte me ama…

Ella me eligió a mí, a mí y a mi psicosis, a los delirantes instantes en que no soy yo quien manda en mi cuerpo, es otro yo, y yo la repetición de ese yo; soy su mano en este plano, aunque yo decida quien muera, ella solo necesita almas para pagar sus cuentas en el banco.

Lo curioso es que nadie lo sabe; desde el útero de mi madre, el gemelo maldito que no pudo nacer por supuestos sucesos “naturales” o incluso la muerte de mi madre cuando nací, esa oscura y sexy mujer siempre ha estado a mi alrededor, o quizás yo siempre la he buscado; aunque también tengo la teoría de que yo soy la propia muerte.

Algunas noches me duermo pensando en cómo me recordara el mundo ¿Cómo me recordaría Meliès? en su curiosa forma de relatar el mundo, en sus cámaras grises como sus películas; tal vez el en su magnífico genio me entendería, comprendería lo profundo de mis actitudes; de la necesidad de la muerte para crear el arte. ¿Cómo reaccionaría la gente, a una película sobre la muerte? en medio de la primera guerra, en una de mis más magnificas obras de arte; no buscaría aterrar, la humanidad no necesita de la muerte para asustarse, para eso tiene el cine actual…

Mi historia no es humana, no es mortal y aun así camino en medio de Wall Street o de Picadelly Circus; Roma no me es ajena y mucho menos Moscú, aunque todavía este en esta silla disfrutando el vino que le robe a aquel viejo griego que me miraba extrañado, buena cosecha y muy buena cava, tal vez un día de estos vuelva por mas, vino y una que otra vida.

Pero esto no es solo diversión, muerte va y muerte viene, claro que no; esto es un trabajo hay que estar actualizando el repertorio como cualquier artista, además hay que luchar contra esa engreída de la muerte natural, que se cree mejor por solo atacar ancianos y gente sin ningún tipo de dificultad, esa mediocre competencia; siempre hay que tratar de llegar primero que ella, así que hay que trabajar por el bien de la humanidad y por mi placer, o de lo contrario quien paga las prostitutas de mi cumpleaños.

La muerte es la mala siempre pero ¿quién ha mantenido este planeta? ¿Quién ha creado héroes y villanos para su entretenimiento y clases de historia? ¿Quién le da motivos para vivir a la gente que tarta de vencerme (ilusos)? La muerte misma, incluso creo que los humanos me extrañarían si dejara de existir.
Y ya que me comunico con ustedes mortales, porque quizás alguien encuentre estas letras rojas y sangrientas algún día, quiero decirles algo; no me teman, yo no soy el malo; al contrario intento ser la salvación del mundo, la muerte no es aquel ser negro que muestran las películas (bueno tal vez, pero cualquiera puede equivocarse de vestuario alguna vez) soy el bien necesario, todos disfrutarían sus vidas mucho más, si no se negaran que existo, si dejaran de temer a cada acción que toman por mi culpa, si algún día vendré por ustedes ¡pero oigan¡ hay cuarenta mil millones de mortales en este planeta, me voy a tardar en acabar con todos (aunque ya tengo uno o dos planes que me simpatizan para eso).

Mi misión continuara, supongo mientras el destino así lo decida o la humanidad sea totalmente aniquilada (en ese caso aún quedan muchas especies en el universo) pero la humanidad siempre recordara la muerte, desde aquellos días en que los primeros humanos no me temían e incluso al menor dolor se entregaban a mi manto protector, ellos entendían como se trataba a la vida. Eran buenas épocas, aún recuerdo como guiaba sus trazos en aquellas lúgubres pero cálidas cavernas, esos animales que me señalaban que debía asesinar para ayudarles, cuando aprendieron que yo era parte de su existencia y que podría hacer de sus misiones de casería, la forma más rápida de convertirse en la especie dominante, la época en que no temían sacrificarse entre sí, mujeres, niños, ancianos; con tal de saciar mi sed de sangre y recibir mis favores, eran tiempos melancólicos y tiernos, todo se llevaba a cabo con el filo de la una piedra o de un cuchillo, no con esos artilugios complejos y destructivos que solo hacen mi trabajo más fácil, ya no es un reto matar a alguien.

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