Mis
manos tiemblan esta noche, no entiendo la manía del mundo por preguntar sobre
mis problemas mentales; ¿acaso internet no soluciona sus dudas? acaso se debe
torturarme para satisfacer el mundo, es difícil imaginar…
Hoy
desperté confuso y bastante trastornado, mi cuerpo era una mezcla de miles de
imaginarios, la unión de tristes sueños infantiles y de personajes olvidados en
algunas novelas mediocres. Hacía poco había perdido todo rumbo, como hombre y
como ser mortal, era un bulto creativo en medio de la mediocridad, era la nada
en el cosmos.
Siempre
he cometido los mismos asesinatos, la misma forma y el mismo puñal, jugando con
la piel de quien me ínsita, disfrutando la excitación de la sangre cuando
recorre mis dedos, el suave caminar del cuchillo por la tersa piel de quien
sufre; me recuerda a los trazos de Leonardo, tal vez él tenía la misma sonrisa
cuando dibujaba, minuto a minuto, parte a parte, su hombre de Vitrubio: “la
distancia entre la cabeza y barbilla es un octavo de la altura del hombre” “la
distancia del codo a la axila es un octavo de la altura de un hombre” si todo
fuera así de simple. Del codo a la yugular, un octavo de perforación, dos
litros de sangre por cada centímetro cortado, maldito octavo, maldito Leonardo.
El
remordimiento no existe, esto también es un simple paso hacia la investigación;
yo solo soy el científico de la muerte, y de cierta forma la muerte me ama…
Ella
me eligió a mí, a mí y a mi psicosis, a los delirantes instantes en que no soy
yo quien manda en mi cuerpo, es otro yo, y yo la repetición de ese yo; soy su
mano en este plano, aunque yo decida quien muera, ella solo necesita almas para
pagar sus cuentas en el banco.
Lo
curioso es que nadie lo sabe; desde el útero de mi madre, el gemelo maldito que
no pudo nacer por supuestos sucesos “naturales” o incluso la muerte de mi madre
cuando nací, esa oscura y sexy mujer siempre ha estado a mi alrededor, o quizás
yo siempre la he buscado; aunque también tengo la teoría de que yo soy la
propia muerte.
Algunas
noches me duermo pensando en cómo me recordara el mundo ¿Cómo me recordaría
Meliès? en su curiosa forma de relatar el mundo, en sus cámaras grises como sus
películas; tal vez el en su magnífico genio me entendería, comprendería lo
profundo de mis actitudes; de la necesidad de la muerte para crear el arte.
¿Cómo reaccionaría la gente, a una película sobre la muerte? en medio de la
primera guerra, en una de mis más magnificas obras de arte; no buscaría
aterrar, la humanidad no necesita de la muerte para asustarse, para eso tiene
el cine actual…
Mi
historia no es humana, no es mortal y aun así camino en medio de Wall Street o
de Picadelly Circus; Roma no me es ajena y mucho menos Moscú, aunque todavía
este en esta silla disfrutando el vino que le robe a aquel viejo griego que me
miraba extrañado, buena cosecha y muy buena cava, tal vez un día de estos
vuelva por mas, vino y una que otra vida.
Pero
esto no es solo diversión, muerte va y muerte viene, claro que no; esto es un
trabajo hay que estar actualizando el repertorio como cualquier artista, además
hay que luchar contra esa engreída de la muerte natural, que se cree mejor por
solo atacar ancianos y gente sin ningún tipo de dificultad, esa mediocre
competencia; siempre hay que tratar de llegar primero que ella, así que hay que
trabajar por el bien de la humanidad y por mi placer, o de lo contrario quien
paga las prostitutas de mi cumpleaños.
La
muerte es la mala siempre pero ¿quién ha mantenido este planeta? ¿Quién ha
creado héroes y villanos para su entretenimiento y clases de historia? ¿Quién
le da motivos para vivir a la gente que tarta de vencerme (ilusos)? La muerte
misma, incluso creo que los humanos me extrañarían si dejara de existir.
Y
ya que me comunico con ustedes mortales, porque quizás alguien encuentre estas
letras rojas y sangrientas algún día, quiero decirles algo; no me teman, yo no
soy el malo; al contrario intento ser la salvación del mundo, la muerte no es
aquel ser negro que muestran las películas (bueno tal vez, pero cualquiera
puede equivocarse de vestuario alguna vez) soy el bien necesario, todos
disfrutarían sus vidas mucho más, si no se negaran que existo, si dejaran de temer
a cada acción que toman por mi culpa, si algún día vendré por ustedes ¡pero
oigan¡ hay cuarenta mil millones de mortales en este planeta, me voy a tardar
en acabar con todos (aunque ya tengo uno o dos planes que me simpatizan para
eso).
Mi
misión continuara, supongo mientras el destino así lo decida o la humanidad sea
totalmente aniquilada (en ese caso aún quedan muchas especies en el universo)
pero la humanidad siempre recordara la muerte, desde aquellos días en que los
primeros humanos no me temían e incluso al menor dolor se entregaban a mi manto
protector, ellos entendían como se trataba a la vida. Eran buenas épocas, aún
recuerdo como guiaba sus trazos en aquellas lúgubres pero cálidas cavernas,
esos animales que me señalaban que debía asesinar para ayudarles, cuando
aprendieron que yo era parte de su existencia y que podría hacer de sus
misiones de casería, la forma más rápida de convertirse en la especie
dominante, la época en que no temían sacrificarse entre sí, mujeres, niños,
ancianos; con tal de saciar mi sed de sangre y recibir mis favores, eran
tiempos melancólicos y tiernos, todo se llevaba a cabo con el filo de la una
piedra o de un cuchillo, no con esos artilugios complejos y destructivos que
solo hacen mi trabajo más fácil, ya no es un reto matar a alguien.
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