lunes, 11 de noviembre de 2013

¿IRREAL?


- Te has tardado esta noche. Dijo mientras me miraba tomar la primera copa de vino que ya me había servido.
- ¿Louro do Bolo? ¿2005? Vaya elección, siempre has sido de vodka barato. Respondí, mientras el vino se derramaba por mi laringe y producía ese efecto místico, ese don que solo tiene el vino y que ha cautivad a toda la humanidad.
Los días no son normales sin su presencia, me acostumbre a verle a diario y a escuchar sus discursos algo rebuscados a veces, muy iluminados también de vez en cuando. Frente a aquel espejo espero a diario que se presente. No recuerdo la primera noche en que me hablo, pero tampoco recuerdo cuando fue la última vez que salí a la calle. Son los males a los que no he podido encontrarles respuesta.
- No te vez bien esta noche ¿Estas bien? Pregunto con su voz casi imperceptible, pero que para mi llenaba toda la habitación.
- Algo débil tal vez, trastornado por lo que ha pasado. Le respondí titubeando.
- No es bueno que bebas tanto, criatura. Tal vez en tu mente, el alcohol se encargue de desaparecer todo aquello que el sicólogo no soluciona ¿Pero dónde queda la parte en que tu locura te configura? ¿Dónde se guardan los secretos del mundo? si no en la demencia de los hombres. Mi existencia, programada en tu cabeza por la necesidad de encontrar en el mundo una parte de ti que no existe, un efecto involuntario de tu imaginación que me ha creado… Amigo mío, el mundo no es tu lugar, tu lugar es tu mente. Así que hoy deja el alcohol a un lado, aprecia tu pequeña cabeza, recuerda que en este irónico mundo, los dementes son los únicos que ven la verdadera realidad. Dijo, para culminar con una carcajada y hacerme una irónica cara de desprecio, al fin y al cabo él era quien compraba el licor.
 Nunca pensé terminar mi vida frente a aquel espejo, dejando de mi vida a aquellos que traen la comida y compran mis pinturas. Pero así es, aquí estoy, esperándolo, a ese ser, a esa persona que ha acompañado mis delirios por tantos años.
Al principio, las botellas azules de vodka amanecían en la base del espejo, cada noche a medida que las anteriores se agotaban en mi garganta, nuevas llegaban, nunca me pregunto quién las dejaba allí, al fin y al cabo mi cabeza solo razonaba que aquellas botellas eran algo que se podía beber.
Cuando se decidió a hablarme, me pidió que le contara sobre mí. Fue reacio a hablarle, pensé que era culpa de malherida mente, o del accidente en aquel viejo BMW. Después del accidente, nada fue igual, no fui capaz de salir y poco a poco todos aquellos a los que les había confiado parte de lo que soy o de mi obra, se fueron alejando hasta dejarme confinado a este inmenso pero solitario lugar al que intento llamar hogar.
Me dedique a pasar horas discutiendo sobre lo que había pintado en el día con él, frente al espejo. Esperando a que en la noche el licor llegara instantáneamente para enajenarme de la realidad que el dolor me producía. Los doctores decían que el accidente había dañado mis funciones nerviosas y que mi cuerpo exageraba el dolor que las lesiones producían. Con el tiempo descubrí que poco o nada efecto tenían los analgésicos, por más que los doctores y los psicólogos intentaban prescribirme nuevas fórmulas para calmar el dolor. Una vez comprendí que mi cuerpo seguiría tal como estaba, decidí dejar de ver a aquellos que intentaban curarme, me traslade a una bodega en la zona industrial de la ciudad y me perdí en la pintura y en la meditación acerca de lo curiosa que se veía mi cama en la mitad de aquel gran espacio, sola, sola como mi mente.
Hace un par de días que lo espero. He intentado llamarlo, invocarlo, recordarle que existo, aunque todo ha sido en vano. Las horas pasan mientras me veo frente al espejo, rogando que aparezca, tal vez por la compañía, tal vez por las palabras o simplemente porque llevo un par de días sobrio. Tropiezo con las botellas que con el tiempo se han acumulado en las esquinas, y se me es imposible pintar. Esto nunca había pasado, él siempre había estado cuanto lo necesitara, cuan quisiera frente al espejo él se hacía presente y me dedicaba su tiempo. Pero ya no es así, ya no está y el dolor cada vez se agudiza más.
No sé quién es, no sé lo que es o de donde viene. Intento recordar nuestra última conversación y me doy cuenta que me dijo que debía dejar de beber ¿Estuvo todo este tiempo a mi lado, tan solo para decirme que dejara de beber? ¿Para eso fue todo? y aun así, no sirvió de nada… alguien debe salir a comprar más vino.



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