- Te has tardado esta noche. Dijo mientras me miraba tomar la
primera copa de vino que ya me había servido.
- ¿Louro do Bolo? ¿2005?
Vaya elección, siempre has sido de vodka barato. Respondí, mientras el vino se
derramaba por mi laringe y producía ese efecto místico, ese don que solo tiene
el vino y que ha cautivad a toda la humanidad.
Los días no son normales sin su
presencia, me acostumbre a verle a diario y a escuchar sus discursos algo rebuscados
a veces, muy iluminados también de vez en cuando. Frente a aquel espejo espero
a diario que se presente. No recuerdo la primera noche en que me hablo, pero
tampoco recuerdo cuando fue la última vez que salí a la calle. Son los males a
los que no he podido encontrarles respuesta.
- No te vez bien esta noche ¿Estas
bien? Pregunto con su voz casi imperceptible, pero que para mi llenaba toda la
habitación.
- Algo débil tal vez, trastornado por
lo que ha pasado. Le respondí titubeando.
- No es bueno que bebas tanto,
criatura. Tal vez en tu mente, el alcohol se encargue de desaparecer todo
aquello que el sicólogo no soluciona ¿Pero dónde queda la parte en que tu
locura te configura? ¿Dónde se guardan los secretos del mundo? si no en la
demencia de los hombres. Mi existencia, programada en tu cabeza por la necesidad
de encontrar en el mundo una parte de ti que no existe, un efecto involuntario
de tu imaginación que me ha creado… Amigo mío, el mundo no es tu lugar, tu
lugar es tu mente. Así que hoy deja el alcohol a un lado, aprecia tu pequeña
cabeza, recuerda que en este irónico mundo, los dementes son los únicos que ven
la verdadera realidad. Dijo, para culminar con una carcajada y hacerme una
irónica cara de desprecio, al fin y al cabo él era quien compraba el licor.
Nunca pensé terminar mi
vida frente a aquel espejo, dejando de mi vida a aquellos que traen la comida y
compran mis pinturas. Pero así es, aquí estoy, esperándolo, a ese ser, a esa
persona que ha acompañado mis delirios por tantos años.
Al principio, las
botellas azules de vodka amanecían en la base del espejo, cada noche a medida
que las anteriores se agotaban en mi garganta, nuevas llegaban, nunca me
pregunto quién las dejaba allí, al fin y al cabo mi cabeza solo razonaba que
aquellas botellas eran algo que se podía beber.
Cuando se decidió a hablarme, me pidió
que le contara sobre mí. Fue reacio a hablarle, pensé que era culpa de
malherida mente, o del accidente en aquel viejo BMW. Después del accidente,
nada fue igual, no fui capaz de salir y poco a poco todos aquellos a los que
les había confiado parte de lo que soy o de mi obra, se fueron alejando hasta
dejarme confinado a este inmenso pero solitario lugar al que intento llamar
hogar.
Me dedique a pasar horas discutiendo
sobre lo que había pintado en el día con él, frente al espejo. Esperando a que
en la noche el licor llegara instantáneamente para enajenarme de la realidad
que el dolor me producía. Los doctores decían que el accidente había dañado mis
funciones nerviosas y que mi cuerpo exageraba el dolor que las lesiones
producían. Con el tiempo descubrí que poco o nada efecto tenían los
analgésicos, por más que los doctores y los psicólogos intentaban prescribirme
nuevas fórmulas para calmar el dolor. Una vez comprendí que mi cuerpo seguiría
tal como estaba, decidí dejar de ver a aquellos que intentaban curarme, me
traslade a una bodega en la zona industrial de la ciudad y me perdí en la
pintura y en la meditación acerca de lo curiosa que se veía mi cama en la mitad
de aquel gran espacio, sola, sola como mi mente.
Hace un par de días que lo espero. He
intentado llamarlo, invocarlo, recordarle que existo, aunque todo ha sido en
vano. Las horas pasan mientras me veo frente al espejo, rogando que aparezca,
tal vez por la compañía, tal vez por las palabras o simplemente porque llevo un
par de días sobrio. Tropiezo con las botellas que con el tiempo se han
acumulado en las esquinas, y se me es imposible pintar. Esto nunca había
pasado, él siempre había estado cuanto lo necesitara, cuan quisiera frente al
espejo él se hacía presente y me dedicaba su tiempo. Pero ya no es así, ya no
está y el dolor cada vez se agudiza más.
No sé quién es, no sé lo que es o de
donde viene. Intento recordar nuestra última conversación y me doy cuenta que
me dijo que debía dejar de beber ¿Estuvo todo
este tiempo a mi lado, tan solo para decirme que dejara de beber? ¿Para eso fue
todo? y aun así, no sirvió de nada… alguien debe salir a comprar más vino.
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