martes, 23 de febrero de 2016

Sociedad post amargura


El humor puede esconder lo que para muchos espíritus intranquilos generalmente son penas y temores, no en vano es la risa un alcohol espiritual, un agente embriagador que hace olvidar los problemas y que nos permite dilucidar con una mirada menos catastrófica las desventuras de la vida diaria. Pero aunque la risa, el humor y la alegría siempre se nos ha vendido como productos del placer y medicina para el alma, también ese humor se presta para el otro lado del espectro, siendo el recurso perfecto para la sátira, el sarcasmo, entre otros; aspecto propio de la amargura de algunas personas en nuestra sociedad.

¿Qué es entonces la risa y el humor dentro de una sociedad catastrófica y derrotista? Tanto  en el humor, como la vida; es posible responder esta cuestión desde una mirada positivista, donde la alegría es la respuesta inherente a los males propios de nuestra humanidad y por lo tanto brinda la resiliencia necesaria para superar de la manera correcta, tanto psicológicamente como socialmente, aquello que podría suceder. Y que, los demás representaciones “negativas” del humor (El cinismo, la sátira, el sarcasmo, la burla) no son sino la represión de un grupo x de sentimientos o la determinación de un  trastorno postraumático por amargura.

¿Somos una humanidad amargada? ¿Hasta qué punto hemos perdido la alegra propia de la inocencia infantil o de unos pocos afortunados adultos que la han conservado? Podríamos culpar fácilmente a los avatares de la modernidad, el apremiante paso del tiempo y el poco uso del mismo para dedicarnos a los placeres del ocio o a buscar la risa en las nimiedades del ser humano mismo. Pero también puedo y se podría pensar en que somos una sociedad cada vez más unitaria e individual, esto conlleva sujetos con aparentes episodios de psicosis social, generando a su vez, que el día a día en una ciudad como esta, sea un ejemplo claro de una sociedad amargada y estresada de sí misma, que ya no encuentra el placer y la satisfacción de la risa en las cosas simples que hasta hace unos años lograban satisfacer esas necesidades, generando que hasta la risa se haya convertido en un esnobismo y que para disfrutarla no basten las cosas simples que si bastaban hace unos años, porque en ese sentido, hasta la risa y el humor lo hemos intelectualizado hasta extremos irrisorios. La risa que hasta hace unos años era una muestra de la irreverencia, de lo ilógico y de la sorpresa ahora se desarrolla bajo unos cánones necesarios para ser considerada buen humor o para satisfacer a un público que reniega de estos hechos.  Pero no es culpa de una u otra parte de la sociedad, un ejemplo claro de esto lo podemos comprobar en un programa canónico de la televisión nacional y que al día de hoy no es una sombra de lo que era, un programa que hasta hace una década era una institución del humor nacional y que hoy es un animal moribundo que intenta dar sus últimos alientos para mantenerse al aire, pero principalmente para mantenerse vigente. Sábados Felices es el programa de televisión más añejo aun al aire en todo el planeta, un record recientemente reconocido y que le permite quizás por herencia, mantenerse en la programación de los sábados por la noche. Ahora la pregunta que nos concierne ¿Por qué un programa de este tipo logro satisfacer ese espacio de risa y humor en la televisión colombiana durante –digamos cuarenta años- y ahora es un viejo artista que se niega a retirarse? Pueden ser los aspectos anteriormente, la posmodernidad nos ha vuelto en extremo analíticos e intelectualizados, esto ha perdido que aquellos aspectos de la vida diaria que eran superfluos pero disfrutables, elementos que necesitaban que lo miráramos con ojos de niños para ignorar sus “fallos”, para simplemente ignorar que no todo en la vida puede ser una oda a la perfección técnica, para disfrutar de una forma inocente y pura. Incluso considerándome una persona amargada, es fácil aceptar como la vida misma nos lleva a perder esa sensibilidad, ese carisma, esa facilidad para reírnos de lo absurdo, de lo absurdos que podemos ser. 

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