Hay momentos en que la
humanidad es tan débil, tan frágil en cualquier aspecto; que da el permiso, la
obligación más que un honor, de salvar la vida de millones en un solo instante…
el mundo siempre ha necesitado personas de este tipo, prospectos de perdedores
en la sociedad moderna, que terminan por convertirse en la salvación y símbolo
de futuro en la humanidad. De historias como esas son estas letras.
Él nunca tuvo la intención
de salvar al mundo, de cierta forma lo despreciaba; dentro de si algo le decía
que terminaría como el más cruel de los villanos. Algo debilucho, no muy
astuto, desahuciado y solo; así era él, un asesino en potencia…
Buscaba como la mayoría de
villanos una forma de darle rienda suelta a la ira que el mundo le había
causado, aunque en el fondo, él era consciente de que no conocía los motivos
por los cuales odiaba a la humanidad. Con todos los beneficios que el dinero
que sus padres de maneras que el desconoció consiguieron, su vida era tan
opulenta como el mundo que quería destruir…
Años pasaron y en la mente
de nuestro personaje millones de cosas se unían torturándolo y desbordando sus
ansias de ira, caminando solo en la mitad de esa ciudad gris, esa ciudad oscura
y sucia que pedía sangre a gritos y aullidos, de ladrones públicos, asesinos
con horarios y de gente feliz, esa que huele la muerte a su alrededor y aun así
sonríe; esa gente, esa gente era la causa de su odio…
Que era necesario, sabía
que era clavarse su propio obituario en cada arteria si acababa con esas
personas con su rostro al viento… y aunque quería que victima a víctima, vieran su cara de
satisfacción cada que su vida perdía oportunidad, una máscara obligatoria
terminaría siendo; pero claro está, nada de cursilerías de murciélagos o
superhumanos, debía ser algo que causara terror y miedo en cada paso que diera;
no quería influir respeto, quería crear el caos y reírse…
En un momento recordó la
tortura de su infancia, ese payaso de gran sonrisa y colmillos disimulados que
en su cuarto se instaló, dormía con él; con su mirada fija en él, no lo dejo en
paz en demasiadas noches y más de una vez lo tiro y despedazo. Y aun así cada
noche aparecía para hacerlo llorar, para hacer que lágrimas de sangre y rabia
brotaran de su miedo. Lo torturo un juguete, le hizo odiar el mundo por no
quitarlo de su pequeño cuartito, era un niño, él no podía pelear contra eso;
era demasiado fuerte... siempre fue culpa del miedo.
Y así con su máscara de
payaso y su juguetito en el mano, empezaba lo que él consideraba su verdadero
destino, mirando el mundo con soberbia y desprecio, jurando al viento las
muertes que le prometió al agua…
Una a una, difuntos con un
payaso en su frente. Muertes que combinan con el miedo aterrador de quien ve la
muerte que no espera y sabe que merece. Pero así, conservan la sonrisa con las
que ignoraban las muertes que causaron. Con la cara pintada del blanco, del
blanco de los muertos cuando se agolpan al sol, los labios rojos, sangre de la
sangre, los ojos negros porque hay que ver desde la oscuridad para dilucidar
los verdaderos motivos que han llevado al mundo, a este te mundo de gris muerte
y rojo sangre a lo que es, a lo que se ha convertido.
Armado solamente con su ilógica
e irracional ira, la meditación de los actos es innecesaria; ¿ser o no ser?
Patrañas, si muerto tanto quien piensa como quien actúa. Así pues la locura
debe hacer su trabajo con disfraz y sin él, así como quién miente sobre su
locura para lograr la venganza; el payaso también, en cocteles de luces
psicodélicas; sus víctimas somete, con cucarachas envenenadas de cada uno de
los pecados capitales en sus oídos, así cayo el moro de Venecia y así puede
caer el mundo entero, solo necesita un payaso que empiece.
Pero en la dualidad de
nuestro mundo, donde todo villano en algún centímetro de humanidad puede
considerarse un héroe, en los lugares donde la libertad es una simple estatua y
los símbolos son montañas metálicas de color café que crean ilusiones de
esperanza cuando son simples moles que interrumpen la vista al horizonte. La
dualidad y la ironía de nuestro mundo; Porque aquella ciudad gris y muerta, con
cada muerto revivía, un payaso ignora esto porque aquí no interesa la opinión,
aquí solo pesan su muertos.
Muerto ha muerto; tumba,
horno o fosa común. Cada muerto era una gota de oxígeno, curioso pudiera ser,
pero en el fondo el payaso veía, oía aunque poco hablaba que la historia no era
lo que deseaba, las cosas mejoraban cada que sus deseos de sangre se cumplían;
porque se debe tener en cuenta, la sangre no corría indiscriminadamente ni las
tumbas tenían nombres de inocentes, solo de aquellos que ignoraban lo que en
realidad debían combatir y se vanagloriaban en billetes que olían a las muertes
que habían ordenado…
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