La miro frente a aquel espejo, no
estoy junto a ella, pero puedo ver fácilmente como su pecho se mueve al compás
de su respiración mientras una lenta gota de sudor cae de sus mejillas en busca de la libertad. Esta allí,
sin más; en un profundo sueño, donde nada la perturba más allá de la necesidad
de dormir, no mueve un solo músculo y en la mente de quien no conozca esta
bella mujer, sonara la idea de que tal vez la muerte se la haya encontrado. Pero
no, yo la veo respirar.
Siempre me ha gustado si afición por
la sangre, es algo más que un fetiche sexual; es como si tratara de encontrar
en la sangre de los demás lo que falta en el rojo de su pelo, o en lo oscuro de
su mente; la seduce, y me seduce con ella; juega con la sangre en sus palabras
como juega con su lengua cuando me besa. Tal vez la muerte se la haya
encontrado. Pero no, yo la veo delirar.
Aquí sigo, observado el lento
palpitar de sus pechos, su cuerpo estirado por aquellas suaves y tibias
sabanas, que se mezclan y bailan con su cuerpo, la envuelven en un baile místico,
hermoso, sublime.
Me pregunto que pasara en su mente ¿Por
qué el sueño se ha apoderado se espíritu? ¿Que intenta esconder? Tal vez la
muerte se la haya encontrado. Pero no, yo la veo suspirar.
Siempre he sido tímido frente a
ella, solo el alcohol y la azotea de mi edificio sirven para encontrar la calma
que necesito, para articular unas pocas palabras. Siempre sonríe de una manera
tan expresiva y perfecta, que me enajeno del mundo real para perderme en ella,
en su mente, en sus ojos, en su boca, en su cuerpo.
¿Es esto algo real? ¿O es ella un
simple producto de mi inestable inseguridad? La respuesta a mi psicosis, la necesidad
de crear a alguien que represente todo lo que necesito, la locura de la que
dependo, la razón para escribir. Beber o no beber, esa es la pregunta. Tal vez
la muerte se la haya encontrado. Pero no, yo la veo amar.
O tal vez, solo la imagino.
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