Hace
mucho no escribía para revelar lo que pienso. Era costumbre en mí, dedicarle
al mundo unas letras negruzcas y faltas de atención, para poder que unos pocos
desocupados de horas largas y manos sucias se deleitaran con los latidos de mi
mente adolorida. Pero desde eso ya han pasado muchos días, y ya no soy el mismo
que escribía sin parar en cuadernos de hojas amarillas. Hoy ya no escribo como
ayer, el lápiz en mi mano ya no es tentador y ha sido reemplazado por estas
teclas plásticas sin emoción, pero así todo es mejor.
Ya no
soy igual, ya no soy yo. Las palabras han cambiado y quiero que ustedes
descubran en mi futuro el cambio al cual me refiero, un cambio basado en que la
depresión que las calles grises que pisaba generaban, ha cesado y ha dado paso
a un nuevo ser, igual de gris, igual de alcohólico pero mas puro y menos adolorido.
Mi realidad
sigue siendo descrita por un par de cuentos y una novela de 3 pesos en las
calles de Buenos Aires y de 2000 en una de las aceras de la séptima en Bogotá. La
escritura ha dejado de ser una forma de escapar de la realidad, para
convertirla en una forma álgida de arte, para demostrar en letras mi
pensamiento y no mi dolor.
Y esto
conlleva a un nuevo nivel artístico, en el que el dolor no puede ser el
sustento de mi obra literaria. Debe existir una nueva forma, aunque eso hace
que escribir sea cada vez más difícil para mi, el evitar el escribir en calor y
mucho menos bajo el alcohol con el fin de poder que mi mente sea la que cree y
no la copa de vino o la herida en mi alma.
Me exijo
mas en todo sentido, incluso en volver a escribir sobre mi relata una nueva
forma de ver la vida, bajo una perspectiva que mira al futuro y que trata de
escapar del lugar común que la “soledad” producía, ya no existo bajo la norma
de odiar una realidad que desconozco y de morir para escapar de cualquier
intento de lucha.
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