martes, 25 de febrero de 2014

“LA BALADA DEL PAJARILLO” Un Cendales en cada ARTISTA


Existen personajes que revelan entre sus diferentes modos, las realidades que muestran la forma en que se manejan los diferentes mundos específicos que existen en la humanidad. Mendoza tiene la capacidad de que solo un grupo específico de personas puedan revelar a sus personajes las formas reales, mas allá de los conceptos que el texto en si da. Braulio Cendales es un intento de artista como muchas personas en la actualidad, un remedo de textos que se compaginan para crear el ideal de que la intención de ser artistas “Per se” es suficiente para serlo. Pero más allá de si Cendales puede o no ser un artista, se revela las características de quienes nos auto nominamos artistas en el siglo XXI. En el ensayo de Cesar Valencia Solanilla titulado Los misterios de la Diosa Blanca en "La balada del pajarillo" de Germán Espinosa se define al personaje de Mendoza como: Crítico de arte, restaurador, hombre adinerado, erudito y mundano, a quien le ha sido entregado para estudiar la originalidad de un bello cuadro con una Virgen del Amparo” Todas, características muy plausibles en este pequeño mundillo, unas más que otras, pero todas realidades que se ajustan a las formas de los conglomerados artísticos en Latinoamérica como en Colombia.
Somos seres extraños, hechos metástasis en una sociedad que no nos pide, ni nos necesita. Somos críticos de nuestra pequeña sociedad de escritores, pintores, escultores y demás. Jóvenes que intentan hacerse paso a empujones entre sus propios y aun peor pagados colegas y una real mafia de necro-artistas, viejos barbudos que se resisten a la muerte con el fin de patear a todos aquellos que vayan subiendo las escaleras de este gremio.  Son esos vampiros sin ton ni son. Seres oscuros enfrascados en una obsesión por adularse a sí mismos y entre ellos, adoradores también de una “Virgen del Amparo” que es solo un rostro seductor de juventud y lujuria, que se ha intentado camuflar en el mundo académico como los vestidos engañosos de la Virgen que encamina los deseos de Cendales por la catalana.
Y en la seguidilla de características que dominan tanto a cendales como al mundo artístico y que inevitablemente se reflejan en la obra y realidad poética de cada uno, se encuentra ese odioso adjetivo de “ERUDITO” si, en mayúscula para que aquellos que se sienten de esta manera se alarmen. Y es que no son pocos aquellos que intentan en una necesidad de atención, utilizar un lenguaje que les superar de una u otra manera ¿Por qué les supera? Fácil, porque generalmente ni siquiera ellos logran entenderse.  Se enajenan de la realidad y durante eones recitan todos los poetas que han leído y SIEMPRE, intentan pronunciar una palabra más impronunciable que la anterior, argumentando poco y confundiendo más. La razón más allá de cualquier cosa nos devuelve a La balada del pajarillo y el sustento de su existencia como gran obra literaria, la obsesión.
Somos simples y míseros mortales, no somos los dioses que nos creemos ser y simplemente, nos estamos un paso más allá del Homo Sapiens por el simple hecho de que en nuestra vida o en la vida de la mayoría de artistas, se consideren los deportes, la farándula, la política o los adornos de la vida en la mayoría de los casos humanos como enseres mundanos y cosas que son más impuras que cualquier otra cosa. Así como Cendales repudiando los vinos criollos del vampiro españolizado, así se comportan los artistas con las cosas más ínfimas y sencillas de la vida, olvidando que lo mundano, el detalle a la simpleza, a lo casual y a lo cotidiano es lo que alguna vez nos hizo volvernos lo que somos.
Existen muchas formas en las que nuestra verdadera razón de ser como artistas se ha vuelto en nuestra contra, tanto socialmente como artísticamente, involucrando a nuestro sentido creativo como a nuestra poética misma. Mabel era aquel delirio que motiva la locura, un momento de absoluta locura que lleva al desenfreno y a desnudar lo que en realidad debería ser el artista, casi un demente. Con el tiempo nos hemos encerrado en pequeños apartamentos y nos hemos dedicado a revivir viejas pinturas, a rescatarlas para otros y nos hemos alejado de la búsqueda propia del artista, la de su sentido poético tanto en su obra como en la vida misma.  Por esto, en la actualidad son más importantes los poetas que la poesía, y los pintores siempre son más recordados que sus obras. Incluso quienes nos dedicamos a estudiar algún tipo de arte, nos hemos obsesionado con estudiar autores y no entender obras.

Así pues faltos de una obsesión real, o arrebatados de ella por x o y razón, nos hemos convertido otra vez en los introvertidos críticos que somos ahora. Por esto, vivimos culpando al mundo y a sus humanos mundanos que no san hecho alejarnos de eso que nos permitiría acercarnos a ese nivel evolutivo que creemos estar. Así, sin nuestra catalana somos Cendales culpando de muerte a su allende colega. Y al final nos convertimos en asesinos de la que podría ser una gran obra, la nuestra. Necesitamos de nuevo el enfoque, el delirio creado por aquella diosa blanca que cada uno de los artistas durante los siglos anteriores a nuestra existencia ha encontrado para en ella crear la verdadera obra poética, y desde allí, concentrarnos en lo que esa esquiva mujer se ha dedicado a proporcionar a músicos, poetas, dibujantes y artistas en general. Y allá, mas allá de nuestra realidad y de nuestra mente, se encuentran los motivos que nos han llevado a ser artistas, a vivir en lo que creemos es una existencia poética que termina motivando nuestros momentos de inspiración. 

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