Tome el celular y empecé a buscar su nombre. Los
dedos me temblaban y el aire helado se metía entre mi chaqueta. Aun se veían
algunas gotas caer en los charcos formados en la calle. Pasaba y pasaba
nombres, luchaba por hallarle. El ruido de los autos que se detenían a reponer
gasolina se confundía con el de las últimas gotas y el de la gente que salía de
la pequeña tienda después de comprar alimentos o lo que sea que necesitaran
para proseguir su viaje. Yo seguía allí, sentado, solo, absorto, viendo como la
gente iba y venía, gente que en realidad no importaba, importaba ella y aun no
podía encontrarle.
-Ese tipo lleva ahí sentado como una
hora. Escuche que le decía una señora de cabello blanco y que no dejaba de
acomodarse la blusa, como si algo en sus flácidos y añejos pechos le molestara
más que el mismo hecho de que fueran flácidos y viejos. Un muchacho que estaba
junto a ella le decía que no me molestara, que tenía cara de estar enfermo, o
triste. La señora me volvió a mirar, acomodo su ropa y temerosa se acercó y me
toco un hombro.
-Mijo ¿Esta bien? Dijo con la voz
entrecortada, tal vez por el frió o tal vez por la hora.
-Sí, gracias. Solo estoy esperando a
alguien. Le dije sin mirarla a la cara.
-Bueno mijo, cualquier cosa avise.
La vi alejarse después y volver a acercarse al
muchacho, aunque ya no pude escuchar que decían sobre mí. Me distraje por un
segundo en las luces de los carros que pasaban por la gasolinera ¿Qué pasaría
con ellos? ¿Por qué viajarían a esta hora? ¿A dónde irían con tanta prisa? Me puse
el gorro de la vieja chaqueta sobre la cabeza y hundí mi cabeza dentro de mis
piernas, por un segundo parecía que nadie más estaba allí, que solo éramos yo y
la oscuridad, yo y el ruido de los neumáticos intentando encontrar agarre al
pasar a toda velocidad, yo y mi necesidad de encontrarla.
Volví a revisar el revisar el celular. Nada. 5
minutos después. Una vez más. Nada ¿Qué pasaba? ¿Por qué no sabía nada de ella?
Habían pasado 6 horas y yo seguía allí, mojado y adolorido, no podría moverme ¿Qué
pasaría si ella llegara y no me viera? Le había confirmado la hora y el lugar,
ella lo sabía, no me respondió pero lo sabía. Algo en mí no dejaba de pensar en
que algo le hubiera pasado, intentaba callar las ideas diciendo que se había arrepentido,
que había algo hecho malo y ella jamás aparecería.
Recordé las noches en las que la veía entrar al
apartamento y me saludaba con esa increíble sonrisa; la primera vez que la bese
frente a su puerta y como juguetonamente hizo que tocara sus pechos aunque yo
apenas pudiera concentrarme en sus labios. Su piel suave, su cabello negro y
como sus besos recorrían mi cuello cuando nadie nos veía. Siempre quise presentársela
a mi madre, decirle que fuéramos algo más, que abandonara al idiota de su novio
y se fuera a vivir conmigo, ella decía que sí, que haría lo que yo quisiera. En
realidad lo hacía, cada vez que nos veíamos, lo hacía sin rechistar, lo
disfrutaba mientras yo disfrutaba de ella.
Decidí irme, ya no importaba nada, ella no iría, sería
estúpido pensar que en algún momento me habría amado tanto como para llegar a
esa hora de la madrugada o para sospechar que yo estuviera aun allí. Camine por
entre las calles mojadas, imaginando como estaría con su novio, como serian
besados sus senos y como gemiría en manos de ese ser estúpido y grotesco.
Respire. No quería imaginarlos más, no lo soportaba. Unas calles más adelante, me
di cuenta que estaba deseando matarles, matarles a ambos. Primero a él,
mientras ella veía, luego hacerle el amor, ya ese bastardo no existiría para
alejarnos, ella estaría feliz, se abalanzaría sobre mí y haríamos el amor al
lado de su novio muerto hasta que me corriera dentro de ella y así su cuerpo
fuera mío para siempre.
Llegue al edificio, mis dedos dolían por el frio al
intentar abrir la cerradura. Golpee cada puerta, pregunte a cada vecino si la había
visto. Todos los desgraciados me decían que no, la ocultaban, la alejaban de mí.
Sé que ella quería estar conmigo, lo sé, así todos me miren como si algo
estuviera mal conmigo. Tenía que estar conmigo. Subí al apartamento, las lágrimas
rodaban por mi cara y la sangre de mis palmas por apretarlas con demasiada
fuerza. Mis padres me saludaron, los ignore.
-Sigue imaginando que la chica del 402, existe.
Escuche decir a mi padre. Los odie, a todos.
¿Existe aquella chica?
ResponderEliminar.
No lo se, aun no le he preguntado.
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