Los personajes
que transcurren en los momentos atemporales de nuestra mente se convierte y
transforman diariamente en una amalgama, donde cada uno toma una parte de sí; y
la mayoría se surte de nosotros. Nuestra cabeza como una madre se encarga de parir
criaturas, como una buena madre criarlas, pero como los hijos; ningún personaje
es nuestro, llega un punto donde absorbe su vida propia y se alejan. su vida se
convierte en parte de una novela y esa literatura dicta su destino.
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