martes, 7 de agosto de 2012

HISTORIAS DE-MENTES 2



La luz de la gasolinera se mece con el viento de la costa, su cuerpo yace junto al mostrado, tendido y sin apenas señales de vida; en su rostro no se ve sensación alguna, simplemente está allí, allí durante toda su vida.

En su rostro se ve el deterioro del tiempo, y en las pocas partes donde la mugre no asedia su piel, la sangre  pútrida y descompuesta hace presencia, para combinarse con sus pocas prendas; roídas y malhechas por el paso del tiempo y de esta cruel ciudad.

Todo esto, más de aquello; la injusticia que determina cuando un carro decide frenar ante ti y no arrollarte, hacen que para a el mundo, seas un loco; aunque seas mucho más cuerdo que cualquiera de ellos.

Esta es la historia de quien aquellos llamaron loco, del sujeto que personifica esa mitológica frase de mama “éntrate que te regalo al loco”. Ignorado por el destino, por la vida misma, que se ha encargado de despreciarlo y renegar de su existencia.

Allí, en la misma posición donde hace más de 40 años nació, 40 años dedicados a recorrer los caminos de esta ciudad, una ciudad que conoce mejor que a su cuerpo, en el cual a diario aparecen cicatrices y heridas que no recordaba tener o que pensó se habían sanado hace mucho aunque solo  se encontraran ahogadas en el barro que utiliza para espantar las moscas.

Mucha vida para alguien que debió morir incluso antes de nacer, o perecer por una bala o un cuchillo, pero allí esta, tal vez porque desde que respiro por primera vez aprendió a ser invisible para el mundo, a sobreponerse al dolor de ser ignorado a propósito por aquellos que pasaban por su lado, incluso a sus palabras ya sus suplicas; pero también a quienes intentaban ayudarlo ahora que su alma estaba perdida, pero que no repararon en caminar más rápido o evitar cruzar a su lado cuando era un pequeño de no más tres años caminando por estas mismas calles que recorremos a diario.

Nadie se inmuta a su paso, es una extensión del gris de la ciudad, un apéndice inútil pero vital, es lo que la mantiene viva, es el único que ha visto pasar los años a través de las paredes de piedra; el único que aún recuerda cada secreto de la ciudad sin importar que tan oculto o ignorado este.

Es su misión aprender cada calle, cada rostro y cada movimiento sin que el resto de la humanidad se entere, para que el día en que ellos olviden quienes son y por qué se encuentran desnudos y al borde del colapso, él se desprenda de la pared que lo oculta y los enseñe donde y como se debe vivir. Para sobrevivir 40 años cuando debiste morir al primer día.

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