La esquina
de esa habitación siempre tenía el mismo aura triste, sin importar cuantos
pasaran por allí, cuantas capas de pintura o cuantas veces reconstruyeran la habitación…
siempre he sentido la tristeza de esa habitación. He vuelto a esta casa 40 años después de que decidiera marcharme y dejarla a cualquier postor, irme de este sitio gris y con olor a descomposición, este lugar que solo hace recordarme el dolor que sufrió, una casa que revive complejos planes autodestructivos, para mí. Debe ser tanto pensar en ella.
siempre he sentido la tristeza de esa habitación. He vuelto a esta casa 40 años después de que decidiera marcharme y dejarla a cualquier postor, irme de este sitio gris y con olor a descomposición, este lugar que solo hace recordarme el dolor que sufrió, una casa que revive complejos planes autodestructivos, para mí. Debe ser tanto pensar en ella.
Muchos días
he pasado meditando los motivos para volver, para recordar esos instantes trágicos
y nunca logre hallar los suficientes para tomar las llaves del auto y viajar
los 700 kilómetros desde casa, y cuando
lo hice, cuando decidí por fin volver con mi vida a este lugar, empezar de 0 en
un lugar tan conocido y tan extraño a la vez, sentí que recuperaba algo de mí,
algo tuyo que aquella noche perdí. Pero que también había sentenciado mi suerte
a seguir en esta lucha contra la obsesión que me dejo tu cuerpo, tus labios,
tus pechos desnudos cada mañana por la sala.
No le he
dicho a nadie que me mude, he decidido afrontar esto solo; aun desconozco que
hare para soportar la presión de pasar cada día, por donde tu pasabas… 40 años
de no entender cómo puedes existir y no existir, 60 años de conocerte, de
enamorarme de ti aquella mañana atípica, gris y rosácea al tiempo.
Escribía sobre
Grayson ese día, no tomaba café por que el neurólogo me había aconsejado
dejarlo, al igual que el alcohol, era imposible, la abstinencia me hacía vivir
en un constante caos mental, enfrentaba todo con ira y dolor. A Grayson le correspondía
en ese capítulo, asesinar al personaje de su novela; una compleja historia
policiaca que transcurría en esta misma ciudad pero en los años 30. Richard, el
personaje era un joven ayudante de policía, que por tretas del destino se había
convertido en capitán, simplemente porque había sido el único inocente en
aceptar un puesto, donde por lo general salías muerto o lisiado. Él no tenía más
de 25 años y en su joven mente, idealista y luchadora; decidido que era hora de
voltear el mundo, el mundo de esa pequeña y deprimente ciudad.
Ya era más
de un año el que llevaba tratando de terminar esta novela, trataba de dejar lo
mejor de mí en ella a pesar de que cada mes la abandonaba para seguir otros
proyectos, aun así siempre volvía a ella; sabía que en cada letra que
escribiera sobre ese ilustre personaje se mostraban mis huellas digitales, mi ADN,
el color fe mi pelo. Cada parte de mi personalidad hacia parte de esa novela.
Un escritor
borracho escribiendo sobre un escritor políticamente correcto que debía asesinar
a su primer personaje, si, las ironías de la vida hacen parte de este mundo
autodestructivo que había configurado para hacer de esta mi obra maestra, para
explorar a través de ella mi mente, y encontrar una manera interesante de
morir.
En el
momento en que me encontraba más concentrado, más atento a los movimientos de
mi personaje; ya con las pupilas dilatadas en cada trazo que mi mano daba
contra el papel, en la forma de cada letra, en la exacta precisión de cada palabra,
ella poso su mano sobre mi hombro; 2 años después murió.
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