No
acostumbraba a escribir drogado, no tenía por costumbre leer borracho. No se
dejaba consumir lentamente por la demencia, no cuando la tenía a ella. Cuando
su pelo rojo se sentaba a su lado y se dedicaba a reír de las estupideces que producían la diarrea verbal, el gusto sexual y la atracción mental.
-Váyase
para el árbol. Le decía ella, cuando los burlescos y medio estúpidos
comentarios, que en realidad solo lograban causarle gracia a los dos, llegaban
a sus oídos, sus lindos oídos.
-Pues me voy, parce.
Me voy y la dejo sola, y se habla con el pasto, que la yerba le diga que es
hermosa y que psidelo la consienta. Pero en realidad no tenía la intención
de moverse un solo centímetro de aquel escalón donde se sentaban. Donde eran
algo, donde eran todo, una amalgama de cosas, eran todo menos novios. Y eso,
eso era lo mágico, la realidad impregnada de un leve olor a desenfreno.
Día
a día, las horas amarillas, los pájaros subterráneos hacían eco en sus mentes. La necesidad de verse y no de besarse, de hablar, de dejar de sentirse solos en
la mitad de una fría Bogotá, eso los mantenía juntos. El tiempo de los dos se
hacía eterno y creaba en medio de esta, una realidad paralela. Ni el universo
entero de Asimov podía compararse a las horas de debates estúpidos e inútiles,
que iban del olor de los peces bajo el agua a la crítica constructiva de la
gente fea.
Que
puedo decir de ellos. Ni siquiera los conozco. Los observo alejado, alejado de
la realidad en pro de esta mística científica. Ella soy yo y yo soy él. Somos
todos una diáfana mezcla de sexo húmedo, una mezcla de tetas y penes pequeños. Qué más da.
-
Hoy hablaré sobre su pelo rojo, en primera persona para
que me escuchen, en tercera para que lleguen alguna vez a creer en que soy un
robot. Una máquina mágica de Krypton, creada por Jor`el hace 2000 años. Soy el
Terminator que viene a escribir de ella. Soy lo que ella ha creado de mí. Soy
la falta de alcohol y cafeína. Soy tú, y tú eres lo que quiero ser.
¿Por qué escribo
sobre ella? Como diría Jodorowsky en un tweet, al responderle a uno de esos
prepotentes escritores pubertos y de obsesiones estúpidas sobre porqué la
repetición de los elefantes en sus películas: (si un tweet, esto es el siglo
XXI, a la mierda los escritores clásicos, a la mierda esas deidades que no me
hacen sentir bien; a la mierda todos aquellos que se creen superiores por
leerlos hasta la saciedad. Por mí los mataría a todos. Dejaría a Murakami, a
Coetzee y Bioy Casares, los haría esclavos de mi mente y de mi lucha contra la
soledad) porque me gustan los elefantes y ya. si me gustaran los huevos fritos pondría
huevos fritos.
Era ilógico, todo lo que la humanidad
pudiera decir sobre ellos era ilógico. Pero me gusta pensar que se puede
engañarlo todo. Para hacer frente a las veces que he sido engañado. Y es bueno
saber, que cuando me dieron por muerto, yo fui encontrado y ahora ya no
deambulo por estas calles. No soy el fantasma que tú querías que fuera
(Carry
on – FUN.)
Como
una canción rugosa, como un talibán sabor menta fresca o como un mojito que me
esconde las mentiras. Ilógica desde las putas a Budapest y desde el sexo oral
hasta la séptima con 19, las delicias que crea lo ilógico es lo que lo seduce
de ella. No deja de perderse en su ropa intermitente, en sus besos sabor a lija
fresca o en sus palabras aguadas, en su necesidad de que sea mejor y de que no
deje de ser el borracho depresivo del cual se enamoró.
Y
al final, o al medio; sí al medio. Él la odia tanto como la quiere, la odia. La
odia por hacerlo mejor, por alejarlo del alcohol y porque ella se ha convertido
en el reemplazo de la lata de vino y de la copa de cerveza, o viceversa. La
odia por necesitarla, por enviciarle de preocupación, porque quiere verla a
diario. La odia, la ama, la quiere y la
odia. Bueno, no la odia. Se odia así mismo, odia lo que es, odia no ser mejor
para ella, no ser mejor ya, en este mismo
instante.
-Ayer
me di cuenta de muchas cosas. Nuestra amistad de ahora en adelante tiene que
ser lo más normal posible, nada de besos ni de cariñitos. Le dijo ella aquella
vez, una de las tantas en que intento hacer que la realidad mundana y pobre de
los humanos dictara sus curiosas vidas.
-¿Normal? Eso hemos intentado siempre.
Has tenido un novio y una novia y siempre terminabas besándome antes de tomar
el bus. Yo también me di cuenta de mucho. Descubrí que te necesito, que me gustas y que…
mierda, me gustas y punto.
-No
estoy para una relación ahora.
-No importa, pero no
me quites los besos, me gustas los besos.
- Siempre que yo quiera, habrá besos.
-¿Siempre que tú
quieras? ¿Y si los quiero yo?
-Fácil,
te jodes y te vas para el árbol.
Y
así fue que me olvide de mí
Tratando
de hacerte feliz
Y
en el intento me perdí
Y
me dio miedo la distancia
En
no ser bueno para ti
Y
a un precipicio me tiré
(Suvenir
– León Larregui)
Es
la independencia de la soledad, la soledad convertida en la madre de los
temores, la soledad dueña de la vida, de los deseos, los intentos, las
masturbadas y los dolores. La soledad que todos debe combatir, su soledad,
la soledad de ellos, la tuya y la mía. Es la soledad, es la independencia de la
soledad, es la cacofonía del soledad pensad o entrad o alguna basura por el
estilo.
No
sé cómo terminará Si el destino volara bajo su pelo
sangre, o si estarán juntos. Y en realidad no me interesa. Me conformo con ver
esta realidad, este mundo de marmotas inteligentes y de elefantes
jodowroskianos, de Fútbol de ciudad y de autos propulsados por hormigas, de
asesinos románticos y de poetas bastardos, este mundo es nuestra realidad, la
realidad de quien escribe, y de quien lee.
-¿Qué puedo decir de ella? ¿Que puedo decirte a
ti? si no te puedo hablar; quisiera decirte mucho, quisiera que supieras que ya
no eres mi sueño, que eres la realidad, loca, pero realidad.
-me
gustas, pero sshhhh que nadie lo sepa.
- me gustas tú, y
tú, y nadie más que tú. Pero por mí, díselo a todos.
Se
miraron, se despidieron de un beso rápido en los labios porque así lo deseaba
ella Él se montó en el bus y saboreo lentamente el ahora de sus esperanzas, el
espectro de sus miedos. Recorrió en su memoria el aroma de cada vez que la
había besado, suspiró para adentro, cerró los ojos y no la imaginó la vivió en
su mente. Lo que hizo ella poco importa, ella es casi perfecta, aunque esté loca. Lo que ella no supo, es que en el bolsillo de él, una nota que decía:
gracias, gracias por ser la cura de mi soledad. Gracias por ser para mí, lo que
no he sido capaz de ser. Gracias por tu pelo rojo y tu lengua inquieta, gracias
por escuchar, gracias por estar viva todavía, gracias a lo que sea porque tus
suicidios fueran infructuosos. Me has hecho tanto bien, que en el peor de los
casos, me has salvado la vida. Una nota que no pudo ser entregada ese día.
Ese momento en el que sabes que no eres una triste historia. Estás vivo.
Y ves las luces en los edificios y todo lo que te hace preguntarte y estás
escuchando esa canción con la gente que más quieres... Y en ese momento juro...
Somos infinitos.
Todos los grandes escritores
usan traje.
Vi un árbol pero era un dragón, y después era un árbol de nuevo... y me
mintió...
Hiciste que no me sintiera
solo.
(Las ventajas de ser
invisible – 2012)
- Que grite tu nombre,
cuando estás en el baño. Que intentes orinar en un baño público y grite (nombre
del personaje)¡¡¡¡ Esas son las bobadas que me alejan de la psicosis, del
trago, de la depresión, de la soledad. Tal vez ella es la forma en que encuentro seguridad. Tal vez ella es la única persona que me da respuestas en vez de
generar más preguntas, solo sé que desde que estoy junto a ella, no veo más cosas.
No me duele la cabeza, no he visto el balcón con los ojos de un romántico
suicida, no me imagino cayendo por las laderas de Gotham escapando del maldito
murciélago, no soy más The Joker. El traedor de caos. Solo soy yo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs imposible no sentir nada con este texto, es imposible no enamorarse de cada una de esas letras.
ResponderEliminarEscribes tan tan tan ...
me enamore
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