lunes, 28 de octubre de 2013

2DA ENTRADA CORTA


Su paranoia le perturbaba, le hacía recordar que las botellas ya no se apilaban en la esquina de su cama. El tiempo sin el líquido le había hecho alguien débil y falto de imaginación, predecible y hasta terco. Intentaba recordar los días en que la seguridad del vidrio en su mano le permitió conquistar el mundo y llegar a ser algo que ya no era.
Necesitaba escapar de la tranquilidad absurda que su casa de soltero le presentaba y tomo el primer autobús que paso. En él, la gente se apeñuscaba para intentar respirar algo del aire fresco que se colaba por las pequeñas ventanas. Cerca de una de ellas, camuflada entre la multitud de corbatas y sacos, se percibía el ambiente de una cabellera multicolor, una presencia que reñía contra el gris entorno que demandaba el momento y hasta el clima.
Se detuvo un momento frente a ella, en un absurdo intento por pasar desapercibido, hizo algún tipo de ejercicio mañanero, que no resultaba de ser curioso de ver en la mutad de un autobús abarrotado de gente. Pero a él no le interesaba lo que la multitud pudiera pensar, se decía a si mismo que aquel pelo multicolor y aquellos tatuajes en los brazos se asemejaban a las figuras que las botellas le inspiraba y que lograban darle la cordura que a diario buscaba.
Se detuvo uno a uno en cada hebra de cabello, en el azul claro y el dorado oscuro. En la muñeca japonesa de su hombro izquierdo y en cada detalle que podía encontrar.

Al llegar a su casa, bebió, no recordó nada. Pero su cordura le dejo curiosamente un cabello dorado oscuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario