martes, 23 de abril de 2013

REBOOT


“La vida es una broma, solo que tú vas a llegar al final del chiste... antes”
 The Joker. Batman No man´s land

La tormenta finalmente cede. Aquí yace un cuerpo inerte, pútrido. En sus cadavéricos ojos se ven rebotar las gotas, y en los charcos su sangre se mezcla con los ríos de aguas negras.  Aún sus músculos se contraen, aún el dolor se transporta por sus venas mutiladas, aún se siente cada golpe y cada herida. Aunque él ya esté muerto, todo se siente aún.

El dolor se eleva y se mezcla con el aire. El gris de la mañana se ve negro alrededor de aquel cadáver. Los perros ya se acercan. Las aves de carroña vuelan en bandadas inimaginables en medio de la ciudad. Buitres, águilas, cóndores, azores, gavilanes, alcotanes, esmerejones y cernícalos se agolpan alrededor de aquel cuerpo. Todos luchan. Entre perros, aves y uno que otro gato callejero. Su piel es rígida como el hierro, sus ropas son murallas infranqueables. Un apocalipsis animal se congrega con una devoción casi fanática.

¿Y la gente? Hay un cadáver en el suelo, un millar de pájaros negros en el cielo. ¿Y la gente?¿no se inmuta?¿no se asusta?¿no se conmueve? no. Si te detienes por un instante entre la sangre de aquel cadáver, las luces que se apagan por la llegada de la madrugada en la carrera séptima y la multitud de pies que pisan la carne, puedes oír como desde el mismo infierno Satanás pronuncia un par de ¡por fin! y uno que otro ¡eres mío, siempre lo serás!

La gente con mil voces en la calle se pregunta si el día esta oscuro por la lluvia, o si la contaminación nos ha traído aquel cielo ennegrecido. ¡IDIOTAS!¡BLASFEMOS!¡MALPARIDOS TODOS! No soporto el dolor de cabeza al ver aquel circo delirante. Muchos pies, envueltos en zapatos negros como sus almas, como la mía, como la vida, negra. ¿Los escuchas?¿entiendes sus palabras?¿qué dicen?¿puedes decírmelo?¿no? Pues tan malparido eres tu como los son todos ellos, como mi cuerpo lo es, y como el destino divino nos dicta serlo.

- Dejen todo, detengan la prensa. 
- Aquí estoy, en el piso. Aquí estoy, camuflado en el asfalto.

Palabras ajenas al tumulto de la humanidad. Gritos inconexos, aleatorios, mórficos y mutables. 

Yo solo observo desde lo alto de un edificio. Escucho todo tan claro. Tan expresivas aquellas suplicas. Todo llega a mí, a mi espíritu, llego incluso a sentir lo negro de su pena y su dolor.

Las lágrimas, la soledad de la muerte. La fuerza que se va, en cada palabra y en cada intento de respirar con calma. La gente en la calle, la soledad de la muerte.

Respiro, trato de no distraerme en la oscuridad de las aves o en la multitud desesperante de ropas y maletas inanimadas. El dolor de cabeza se hace más fuerte. Sin moverme bajo corriendo las escaleras de aquel edifico de miles de ventanales. Mis piernas no se mueven, pero puedo ver las oficinas, las escaleras, los baños, las mentes, las vidas, y por fin la calle.

Camino, mi conciencia vuelve, confusión. Dolor.  En un instante veo los pies sobre mí, las aves cayendo en picada en busca de la carne. El olor a descomposición saliendo de mi ropa. Los perros corriendo de un lado a otro, peleando por mis huesos, desde el más grande al más ínfimo.

Y sí, todo empieza a tener sentido. Ya sé porque escuche a Satanás, ya sé porque sentía el dolor de aquel muerto. Ya sé que aquel cadáver, era el mío.

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