viernes, 26 de abril de 2013

UNA NUEVA FUNDACION


"Dije que la vida era una broma, no que la broma tuviera gracia". –The Comedian - Watchmen

Las lunas de Argón ya le daban un saludo tétrico al día. Ana se despertaba al ver por los cortos centímetros de su ventana, los rayos azules del primer sol del día. No habían pasado muchos años cósmicos desde aquel momento que marco la vida de esa pequeña.

Los reinos de la periferia, todos aquellos planetas que ya con los años no dependían de la Fundación, empezaron a perder el rumbo. No quedaba esperanza, ni en la ciencia, ni en los comerciantes, ni en que el imperio retomara el curso perdido hace más de dos milenios.

La enciclopedia y la fundación, era mitos que se contaban a los niños con miedo del futuro. Los abuelos que aun podían volar sus roídas naves, contaban los míticos encuentros que tenían con los renacentistas, y como sus magnificentes cruceros estelares se encargan de reprimir cualquier intento de sublevación.

Pero ya no eran esos días, ya Trantor era tan solo un montón de basura. Ya no existían los monumentos a Hari Sheldon. Ya nada era lo que se esperaba, en esta parte de la galaxia.

Ana se levantaba con la poca fuerza que varios días sin una comida decente pueden dejar. No se vestía hasta ya llegado el tercer o cuarto sol, al fin y al cabo su vida estaba dedicada a escribir y el contacto con el resto de los inconexos no era necesario. Ya no necesitaba salir de aquella habitación apenas más grande que una celda. Le gustaba su desnudez. Sus pechos desnudos le daban un aire a las guerreras de las lunas de Murdio. Le gustaba sentir el rose de su piel con el frio de las cosas, le gustaba sentir como las gotas del licor de pimienta escapaban de sus labios y corrían pícaramente por sus pezones y sus piernas.

En la habitación de al lado se escuchaban a un par de jubilados que dedicaban sus vida a reproducir en sus memorias, las viejas épocas. Discuten en una mezcla rara de algunos “me escuchas” y varios desentonados “el consejo lo habría hecho mejor ¿Me entiendes?”. Todo esto le recordaba que tal vez si ese día se hubiera quedado en su casa, tal vez todo estaría mejor, tal vez habría  podido llegar a ser la gran mujer que Carlo habría esperado que fuera.

Se levanta por fin y en el coro celestial de los jubilados gritando, se escuchan las alarmas de la ciudad. Ahora lo entiende, esta maldita ciudad se alarma porque mi pereza no les deja leer los anuncios del día, eso repite en su mente. A pasos lentos se mueve a través del caos que reina en la habitación. Sus pezones se marcan en la cota de carbono que cubre su armadura, y sus piernas ya no entran en las gastadas botas militares.

La gente alarmada corría por los viaductos que conectaban Riora con la capital federal. Las grandes murallas se alzaban varios kilómetros sobre las planicies gastadas y salvajes del planeta. Las naves de batalla despegaban en un ballet bélico y sexual desde las paredes agrietadas de las montañas Mur.

Con su mirada al cielo y su arma ya enfundada, solo debía intentar comer algo. Hacia varios días que su dieta solo consistía en alcohol, alcohol que no lograba emborracharla, ni hacerle olvidar que sabía que este día llegaría. Pero no, su estómago ya no resistía algún objeto solido bajando por su esófago, ella lo sabía. El ultimo sorbo de licor de menta y una puerta que debía cerrar para enfrentarse a los destinos que este decaído planeta le demandaba, Una puerta que se cerraba por última vez.

Ya era hora, era el día en que debía enfrentar que este planeta era suyo aunque no lo quisiera. Era el momento de reconocer que un pueblo la había elegido a la fuerza. Era el momento de luchar contra una nueva invasión, contra una nueva crisis Sheldon. Pero esta vez, esta vez era ella quien la enfrentaría, y no dejaría que se repitieran los hechos que marcaron su vida hace 10 años.
(Basado en la trilogía Fundación de Isaac Asimov)

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